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Contiene artículos de Agustinos y Agustinas que trabajan en Perú, Panamá y Cuba.
El boletín está alojado en la web de los Agustinos de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas.
Publicamos en este apartado un comentario añadido a la presentación de nuestro blog (BIENVENIDOS del 24 de enero 2009)… de ese modo queremos invitar a todos los Agustinos latinoamericanos que deseen participar en este rincón a enviar sus artículos a nuestro webmaster: blogosalatinoamerica@gmail.com
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Hola
Soy Fr. Richar Villacorta, osa, del Vicariato de Bolivia de la provincia de Holanda,en la actualidad formador del Teologado Latinoamericano, docente Universitario y Secretario general de la OALA (Organización de Agustinos de Latinoamérica).
Llevo ya muchos años en la Orden y en nuestro Vicariato la presencia de los hermanos holandeses no solamente es el gran sustento, sino el gran desafío agradecido a la continuidad de la Orden en Bolivia.
Uno de los grandes puntales de nuestro Vicariato fue sin lugar a dudas Fr. Carlos Guadama osa, primer agustino boliviano, quien lastimosamente falleció en diciembre del 2008.
En Bolivia, en la actualidad, tenemos la suerte de ir avanzando poco a poco con jóvenes que quieren pertenecer a la Orden, lo cual nos da la gran alegría de su compromiso en distintos campos: jóvenes, niños, parroquia, trabajo social, servicio docente, etc.
Otro de los campos interesantes es la OALA, la presencia bella y comprometida con nuestra América latina, por cuarenta años, lugar de encuentro y desafío, para poder avanzar en una presencia motivadora, dinamizante y profética.
A los realizadores de este blog, sinceramente felicidades por su iniciativa.
Mi nombre es Fr. José R. Azcárraga F. OSA., agustino panameño del Vicariato Santo Tomás de Villanueva de Panamá, perteneciente a la Provincia Agustiniana Matritense del Sagrado Corazón de Jesús de España. Actualmente soy profeso de votos temporales y resido en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, España. Ingresé a la Orden aproximadamente hace más de cuatro años. Realicé mi etapa de prenoviciado y filosofado en el Seminario San Agustín de Panamá; y posteriormente mi año de noviciado en el Noviciado Intercircunscripcional de Barquisimeto, Venezuela.
Desde hace muchos años atrás, la formación inicial en el Prenoviciado panameño se basa principalmente no sólo en los estudios filosóficos, sino también en la experiencia pastoral como elementos fundamentales de esta primera etapa en la formación religiosa-sacerdotal agustiniana. Cuando hablo de experiencia pastoral me refiero concretamente al contacto que llevamos con jóvenes en grupos de catequesis de confirmación en algunas de las parroquias de la capital panameña; así como de la atención a niños, adultos y ancianos en algunos centros de acogida llevadas por grupos de religiosas; y principalmente a través de nuestro contacto directo con nuestra llamada “Misión de Tolé” a la cual que referiré a continuación.
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La Misión de Tolé se fundó aproximadamente hace cuarenta años con la presencia de misioneros agustinos de El Escorial, y con el establecimiento del Centro Misional Jesús Obrero. Tolé es un distrito de la Provincia de Chiriquí, República de Panamá, que colinda a su vez con la Comarca Indígena Ngöbe Buglé, parte de la cual cubre dicha misión.
De mi corta experiencia pastoral en la Misión de Tolé, durante mi etapa de prenoviciado, esencialmente quiero resaltar que así como los hermanos de Michoacán, de Apurímac y de Iquitos, los agustinos panameños también realizamos una ardua tarea en la acción evangelizadora de los pueblos más apartados de nuestra querida América Latina. En nuestro caso nos dedicamos principalmente a la promoción social, al rescate de valores y a la evangelización de los indígenas de la Comarca, así como de las comunidades campesinas de la región.
Les cuento brevemente parte de mi experiencia: mientras que en diciembre en las grandes ciudades nos preocupamos de los arreglos de la casa o de la cena navideña, algunas comunidades de Tolé pasan desapercibidas ante el consumismo reinante en esa época del año. Es cuando entonces los agustinos, en nombre de la Iglesia, hacemos presente el verdadero espíritu navideño en medio de estos pueblos olvidados de la mano del hombre, pero no de la mano de Dios. Cientos de personas, campesinos e indígenas, de comunidades muy lejanas una de la otra, llegan a pie o a caballo para reunirse en torno al altar para dar gracias por el nacimiento del niño Dios. Es una ocasión propicia para una literal larga celebración compuesta de cantos, presentaciones culturales, alguna película religiosa, la celebración de bautizos, de una muy humilde cena navideña y principalmente la “Misa del Gallo”.
Otra experiencia que les quiero contar es que la Misión de Tolé, a pesar de los años, todavía no cuenta en muchas comunidades con capillas o lugares de culto dominical. Es por eso que los estudiantes de nuestro Colegio San Agustín de David, en la misma Provincia de Chiriquí, se han dedicado a lo largo de muchos años a la construcción de estos importantes centros de culto cristiano. Es allí cuando los prenovicios se hacen partícipes en esta importante labor misionera agustiniana. La misma no sólo consiste en la edificación de un templo físico, sino también en la edificación del templo espiritual que es la Iglesia, en el contacto directo, tanto de los estudiantes como de nosotros, con la comunidad a través de cursos de catequesis, convivencias y otras tantas actividades de carácter evangelizador.
Finalmente quiero resaltar la principal misión que lleva el Seminario San Agustín de Panamá durante la época de verano en la Misión de Tolé: se trata de la preparación, desde hace más de seis años atrás, de un encuentro juvenil en una comunidad llamada Chichica perteneciente a la Comarca. Antes del encuentro, los prenovicios son enviados para que ayuden en la formación catequética de las distintas comunidades que participaran de dicho encuentro. El encuentro dura todo un fin de semana donde cientos de jóvenes campesinos e indígenas se reúnen para alabar a Cristo y ser preparados como promotores de evangelización en sus apartadas comunidades. Realmente ésta fue para mí una de las experiencias más enriquecedoras de nuestra labor pastoral durante la formación inicial en el prenoviciado.
De la misión de Tolé abría mucho que contar, sin embargo la invitación queda abierta para aquellos jóvenes con espíritu misionero que quieran conocer y continuar la obra de Cristo a través de la Iglesia y concretamente a través de la orden de San Agustín presente en Tolé, Panamá.
¡Atrévete…ENTRA!
Hola, soy fray J. Rosario Aguilar Serrato O.S.A. soy orgullosamente agustino hijo de una de las provincias de gran tradición agustiniana en México, que es la provincia de San Nicolás de Tolentino de Michoacán; quienes portaron el evangelio a los nativos de estas hermosas tierras de la antigua gran Tenochtitlan y en especial del antiguo reino purépecha de Michoacán. Entré a la orden hace 13 años, en la ciudad de Aguascalientes con la formación inicial después, en la ciudad de Guadalajara realicé el Noviciado y en la ciudad de México los estudios superiores de filosofía y teología.
Después de mi formación inicial, se me colocó en la ayuda de la formación de los novicios en la ciudad de San Luis Potosí. Ahora me encuentro en la “Ciudad Eterna”, realizando una licenciatura en Teología Moral para ayudar en el futuro a la formación de nuestros hermanos del periodo inicial, en nuestro instituto filosófico teológico de Lomas Verdes, que es para mí todo un reto.
Como puede notar el lector, no tengo una experiencia pastoral-misional en mi ministerio sacerdotal, pero puedo compartir de alguna manera mi experiencia de misión en la formación inicial, que dejó marcas imborrables en el joven que buscaba el servicio en la difusión del evangelio de Cristo pero que muchas veces el encuentro con la pobreza, la injusticia y las costumbres un tanto extrañas de ciertas regiones de nuestro país hacen del encuentro una experiencia muchas veces asombrosa y llena de retos.
Una región un tanto difícil por la recepción del evangelio por influencia de sectas de los Estados Unidos de Norte América, la situación socio-política, la violencia, y el paso desmedido de drogas, y la emigración, dejando a un lado las elevadas temperaturas que llegan a los 45 grados centígrados la mayoría de todo el año y bajas temperaturas en invierno; hacen de esta región un tanto difícil la difusión y el compromiso con los valores evangélicos.
El Estado de Tamaulipas al norte de México, es un estado que ha estado golpeado de todos estos problemas antes dichos, pero ahora la situación se vuelve mas fuerte ante una desmedida violencia, que a diario dejan muertos por la lucha de terrenos entre los narcotraficantes.
La labor agustiniana se desarrolla en cinco parroquias en este estado, dos en la capital del estado, una más en la costa del golfo de México en Ciudad Madero, dos al norte: una en San Carlos Tamaulipas y otra en Nuevo Padilla (parroquia San Antonio de Padua), casi colindando con la frontera norteamericana. Tres de estas parroquias son grandes en extensión donde la mayoría de su labor es en poblaciones pobres, y en que la mayoría de la gente se traslada todos los días a trabajar a las ciudades de Reynosa y Ciudad Victoria.
La experiencia en esta misión era más que nada compartir, vivir, y palpar de cerca la realidad de cada una de las familias, ya que de dos en dos se nos distribuía para vivir 15 días compartiendo el pan, el techo y la vida en una familia.
Esto último me hace recordar la misión que da Jesús a sus discípulos cuando los manda de dos en dos en el Evangelio de Marcos 6, 7-13. Creo que lo importante que Jesús quería era que sus discípulos vieran y captaran la realidad de cada una de los lugares a donde los había mandado y fueran sin nada que les diera seguridad, sino solo la caridad y la buena disponibilidad de la gente de acogerlos y de habitar una realidad que muchas veces uno olvida viviendo en un status que no es de la gente del común.
Pienso que la “misión” es fundamentalmente hacerte consciente de una realidad que se te escapa por vivir una situación un tanto holgada en todo sentido.
La “misión” en todo sentido es la llamada a la concientización y a la iluminación de la palabra de Dios en las situaciones difíciles que vive nuestro mundo. La misión no se puede entender como llevar el Evangelio a gente que no lo conoce; creo que esa etapa de la historia de la Iglesia ya se acabo, ahora, es re-evangelizar; iluminar los problemas de hoy con el Evangelio y sobre todo crear conciencia de que el hombre no vivirá en paz hasta que no se viva el respeto a su dignidad en el amor.
Yo soy Fr. Julián Surco. Entré en la Orden de San Agustín hace 10 años, y pertenezco al Vicariato San Agustín de Apurímac del Perú. Toda mi formación la realicé en la ciudad de Trujillo y el noviciado en la ciudad de Lima, actualmente estoy en Roma haciendo una licenciatura. He conocido de cerca toda la labor pastoral de los padres Héctor y José. De ellos guardo bellos recuerdos y sobre todo enseñanzas de vida, y eso he tratado de plasmar en estas líneas.
Dos hombres entrelazados por un fin, de difundir el reino de Dios en medio de los pobres; dos historias paralelas, que se hicieron una, bajo el sol dorado en días apurimeños; dos corazones ardientes y enamorados por hacer presente el amor infinito de Dios; y dos vidas que vieron emerger el amor, cual campesino que se despereza cada mañana al alba, para recomenzar sus tareas milenarias y sembrar en los surcos sus sueños e ilusiones. Dos hombres que surcaron los mares indómitos, los ríos caudalosos, los valles profundos y las punas solitarias; dos hombres que hicieron su patria cerca del cielo, allá en los andes apurimeños, lejos de sus tierras y los suyos; dos hombres que no escatimaron esfuerzos, frente a la gran labor evangelizadora. Ni los contratiempos, ni el idioma, ni los climas cambiantes, ni los años acumulados sobre sus espaldas pudieron frenar sus arduos afanes.
Por eso, cuando mis versos chirrían pena, cuando mi camino se torna confuso y oscuro, cuando me falta el ánimo, cuando la soledad parca invade mi alma frágil, cuando me faltan las fuerzas y mis días se vuelven grises atardeceres. Sus recuerdos de risas inocentes, de anécdotas fantásticas y sueños otoñales; me acompañarán en mi sendero por los profundos y profanos andes de Apurímac; por donde ustedes recorrieron, a media tarde, riendo, el sol en su andar al poniente. Con el sudor bañado y la alegría adornada, cantando y silbando porvenires por siempre. Y junto al gemir de los vientos del sur, en agosto, las lluvias tempranas de septiembre y el olor a cosecha de mayo; aflorarán consejos añejos que de ustedes tengo frescos.
Lo que han sembrado está germinando, como el maíz de octubre, como el trigo de diciembre y las flores más bellas de aquel prado en enero; acariciado por el sol serrano y sagrado, empapado por los aguaceros matutinos e iluminados por las noches estrelladas y silenciosas, y de a poco estarán listas para la cosecha, y ahí comenzará la fiesta y el jolgorio, entonces ustedes estarán felices y dichosos y se dormirán tranquilos con la sonrisa amplia en los labios.
Padres, sus palabras aún retumban en los tímpanos agudos de los campesinos, están todavía calientes, como cuando después de una lluvia nocturna la pachamama (madre tierra) recibe los primeros rayos del sol filtrándose entre las nubes que ascienden. Lo que hicieron por estos lares está emergiendo bajo la mirada atónita de los viandantes peregrinos no sé a qué lugar. Los ecos de sus voces se sienten aún en los valles profundos, en las punas alejadas y en los corazones dispuestos a embarcarse por estos caminos, que conducen a la vida, la esperanza, el amor y a Dios.
Padre Héctor y Padre José, los pobres, los niños y los ancianos preguntan sin cesar por ustedes, y sospechan sus inminentes partidas, allá donde siempre tuvieron las miradas puestas. Y se dicen: “¿Ahora quién?, ya no tenemos a nuestros padres, a nuestros amigos y protectores”. Y entonan un ayataki (canto fúnebre) en un runasimi (quechua) profundo; mientras encienden una vela a Taytacha Patrón Santiago (Patrón Santiago) y a Mamacha Asunta (Virgen Asunta), suplicando su protección e intercesión.
Mi nombre es Antonio y soy peruano. Mis familiares, amigos y compañeros simplemente me llaman Toño.
Ingresé a la Orden de San Agustín en enero de 1999, de eso ya hace 10 años. Actualmente me encuentro en Madrid, España, terminando una licenciatura en Teología Bíblica. Llevo aquí más de 5 años, en Valladolid hice, previamente, la Teología. Acepté la propuesta de la especialidad porque creo fundamental prepararme para poder luego trabajar en donde me asignen. Creo que no se puede improvisar el trabajo en estos tiempos, sea cual sea.
Pero no quiero hablarles de eso ahora, quiero contarles que siempre llevo en mi recuerdo el tiempo de pastoral que realicé en la misión que tenemos en la parroquia Santa Rita de Castilla, en la amazonia peruana.
Estuve 6 meses en un lugar que tiene 54 comunidades cristianas en un área de 35 mil kilómetros cuadrados y donde aprendí a valorar el trabajo de los animadores cristianos. Personas elegidas por sus comunidades que aprovechan dos semanas al año para prepararse en los cursos de capacitación para poder orientar mejor la vida de los que lo nombraron.
El río que ven en el mapa, es el río Marañón, uno de los afluentes del Amazonas. Es la vía de comunicación en esta zona donde las carreteras no existen, para llegar desde la ciudad de Iquitos a la capital del distrito, santa Rita de Castilla, el viaje suele tardar algo más de 24 horas en lancha.
Al ser zona inundable, por ser zona de selva baja, las personas no se pueden dedicar a la agricultura. Las comunidades tienen que cambiar de lugar de asentamiento muchas veces. Desde la fundación de santa Rita (1956) hasta hoy el poblado ha cambiado de lugar cuatro veces, siempre buscando tierras altas debido al cambio de curso del río que erosiona la tierra y se lleva el poblado entero.
Visitando las comunidades de santa Rita en viajes de más de quince días río arriba, palpé una realidad presente pero olvidada, mejor sería decir silenciada, por las ciudades. Son lugares donde no hay luz eléctrica ni servicios básicos de agua potable ni desagüe, si pueden tener un generador de electricidad y letrinas construidas ya es demasiado pedir. Pero lo que más llama la atención es como parece haberse detenido el tiempo allí.
Porque la gente aún utiliza el trueque para obtener productos aún a costa de ser timados por los “regatones”, personas que visitan las comunidades vendiendo productos de primera necesidad y ropa a cambio de lo que los campesinos trabajan: gallinas, plátano, yuca. Gente que puede viajar una semana en canoa desde su comunidad hasta la capital del distrito para registrar a sus hijos recién nacidos y enfrentarse a la negativa burocrática de autoridades que no tienen los formatos debidos, ni las partidas, porque se les olvidaron solicitarlos a la capital de la provincia. Gente que quiere que sus hijos estudien para que aprendiendo a leer, escribir, sumar y restar no les engañen como a ellos cuando van a ofrecer los productos de su trabajo a la ciudad, pero que tiene que enfrentarse a la realidad de profesores que no van a las comunidades a trabajar porque éstos prefieren quedarse en una plaza citadina, si es que la consiguen, y cobran por un trabajo no hecho.
Gente que a pesar de eso, sigue sonriendo y es capaz de agradecer que los frailes y las monjas vayan a visitarlos para poder contarles sus penas en asamblea, que les preparen, les respalden y les ayuden a encontrar posibles soluciones a sus tantos problemas.
En esas comunidades, alejados de la ciudad, las personas viven su esperanza en Dios de un modo más sencillo, con la vista puesta en menos complicaciones y dándole tiempo al tiempo, o mejor dicho viviendo el tiempo sin las prisas propias de toda persona de ciudad.
En fin, es una realidad que sólo muestran las ONGs para solicitar donaciones… debería servirnos para sensibilizar primero a los nuestros y hacerles ver que los países no sólo son las capitales de las regiones, ¿será por eso que en el fondo se guardan tantos resentimientos de esas personas frente a las estructuras centralistas? ¿será por eso que cualquier caudillo que se presente anunciando un nuevo mundo para los campesinos y los olvidados se los mete en el bolsillo y puede engañarlos tan fácilmente?
Nos toca a los religiosos ser parte activa en un proceso de reconciliación entre partes y, a la vez, ser voz de aquellos que no tienen voz.
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Somos frailes, diáconos y presbíteros Agustinos que a través de este medio queremos compartir las experiencias de nuestro trabajo en América Latina.
Creemos que debemos aprovechar todos los medios y recursos posibles para difundir las experiencias de muchos Agustinos latinoamericanos que nos sentimos comprometidos con una evangelización encarnada en la realidad que vivimos.
Este será un lugar de encuentro para todos los que quieran expresarse y contagiar sus ganas de trabajar por un mundo mejor, por ese Reino que nos anunció Jesucristo.
Nuestro estilo de vida nos llama a ser promotores y a la vez signo de contradicción donde nos encontramos...
Semana a semana iremos llevando las notas de nuestro trabajo, porque creemos que debemos compartir lo que vivimos para que todos encuentren en la Iglesia un motivo para seguir teniendo esperanza.
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